Ardid

Quién, desde la libertad natural de su ser, elige las circunstancias en las que nace.

Quién, desde la ignorancia de su porvenir, define las dificultades que se presentarán en el camino.

Quién, siendo desde la materia, evolución y muerte, decide permanecer sin cambio ni expectativa.

Quién elige una condena que no se anuncia, un ruido que no se pronuncia, la agonía de sus días.

Quién puede reclamar a un Dios que en benevolencia proclama y en desigualdad se manifiesta.

Quién, desde su limitada o expansiva capacidad de decisión, puede cambiar el rumbo del presente y comenzar a escribir a su voluntad.

Quién, por más que ese fuera su deseo, puede cambiar lo ya vivido. Los pequeños errores del cotidiano, las dolorosas decisiones de la creación.

El utópico sueño de vivir en una igualdad que la misma realidad desconoce,

El añorar una verdad que empalma falacias y atrocidades,

Es el padecimiento más ingenuo y el más peligroso.

La historia nos ha mostrado que, mientras la ignorancia es uno de los tantos caminos que permite la tranquilidad, también es el objeto mediante el cual el habilidoso hiere.

Intentar llegar a la tan anhelada posibilidad de ser en un mundo de desiguales, invariables partículas de todo, es igual que convencernos que tendremos el mismo desenlace, andando todas por distintos caminos.

Quién, por más alejado de la duda, no se ha cuestionado esto…

Quién, dime quién.

Diga-me se você não questionou a existência.

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