La decisión se construye como resultado de los diversos escenarios, entornos, personajes y circunstancias de la existencia.
La decisión se erige de diversos momentos, pero se toma solamente en uno. Y esa opinión, esa indubitable construcción de ideas, cambia constantemente.
Amorfa e inexplicable, una determinación que parece inmutable, puede variar, incluso con el paso de los segundos de haberla tomado.
Cambiamos de opinión constantemente, algunos de esos cambios se esperan, se acompañan, se desean; pero hay decisiones a las que, sin previo aviso, después de irrefutables negaciones, se les da la más abrasadora bienvenida.
Bienvenido, Federico, a la cambiante idea del abrazo. A la novedosa sentencia del compromiso, a la nueva variante de libertad y cariño.
Siéndome sincera, buscando serlo siempre con usted; habré de decir, desde la más expectante idea de responsabilidad que, no tengo ni la más ínfima previsión de lo que será esto. Quizá un desastre, quizá la mejor decisión; solamente quiero que consciente esté, de que estoy aprendiendo. ¿A qué? a darme cuenta, si esta nueva determinación del ser, no me destruye, no me consume, no me abraza toda.
Fede, quizá usted es, toda mi destrucción. Pues no podría asegurar que mi calma. De lo que sí estoy consciente es que usted no es esa abrumadora idea de colapso por amor romántico, pero podría serlo de las ruinas que quedan de eso.
Hasta hace unas semanas juraba que no entraría a mi templo la profana idea de la intimidad sin lazo afectivo. Los besos sin un eco ecuánime y las caricias sin un rastro de perpetuidad.
Pero después llegó usted. Así como llegan los aires de asombro, los revoloteantes veranos, un sismo al dormir. Y entonces, aún con su airosa actitud, logró derrumbar muros y vallas de fieles pensamientos que tenía sobre la relación convencional entre un hombre y una mujer.
¿Qué tendrá su persona, de fachada tan común, que logró cuestionarme eso que yo tenía tan seguro, tan ganado, tan mío?
Prometí no intentar dar respuesta a eso, porque al fin y al cabo, había determinado el proceder. Y aunque eso sigue siendo un enigma, aquí estoy, sumisa a un cambio, segura del trayecto, expectante del desenlace.
Aprendiendo estoy, del desapego, del «fluir» sin usted, siendo yo todo lo que me acompaña, todo lo que es. A no esperar un «te quiero» por las noches, porque el «te quiero» no se pronuncia, sino que se palpa, aunque usted no esté listo para hablar de tacto.
Enseñándome que primero, segundo y tercero, es una escalafónica manera de encontrarme en cada peldaño, especialmente en el placer.
Que sí somos algo, aunque no sepa cómo nombrarle a esta «situación», siendo esto quizá, porque no necesitemos llamarlo de ninguna forma.
Que si padezco un mal, usted me besará las entrañas. Que si necesito recibir el alba desde horas imprecisas, usted me acompañará con café, ruido y un par de besos.
Que si a Drexler se le ocurre seguirme, usted será el primero en saberlo, en escucharlo y en acompañarme. Que si marcho, usted irá a mi encuentro.
Que si decidimos sentir, porque eso fue lo que nos tiene aquí, será porque gozamos de la otra, sin forzar esquemas de cambio. Que en los silencios y en el respeto, en la decisión y el momento, usted será siempre suyo y yo de nadie más que no sea yo.
Y todo eso, y quizá más, sea por un tiempo que ni usted ni yo sabremos definir.
– «No espere que cambie de opinión, porque eso no va a pasar». Sentencia de un ahora preciso, que usted tiene más trabajado que yo. Decisión de un instante que es, porque no sabemos qué aparejarán los presentes venideros.
Pero si yo llegara a verle en alguno de esos «ahora» que aún no llegan, tenga por seguro que, así como hoy, solo seré verdad.
Que todo esto me es nuevo, que todo esto me está haciendo bien, un bien que reconozco y a veces ignoro. Pero que al final, encuentro en su abrazo, lo que ningún otro «amor seguro» estuvo dispuesto a ver, dar o sentir por mí.
Que si usted se enamora o se aleja de mí, si usted se queda, o si usted se va; que sea una de esas decisiones que trae el tiempo, eso que no tenemos, porque lo único que tenemos es nada, y esa nada que existe es el hoy, y en el hoy usted y yo coincidimos, de ahí esta misiva, de ahí todo esto que a veces no me explico, porque hace tiempo dejé de buscar explicación.
Una decisión se erige de diversos momentos, pero se toma solamente en uno. Y esa opinión, esa indubitable construcción de ideas, cambia constantemente. Yo no sé si mañana seremos, pero…
Le beso
Le acaricio
Le miro
Le abrazo
Y entiendo porqué lo hice
Comprendo, Federico, que no me equivoqué.

La que usted hizo está mejor, pero es nuestra. Y hay cosas que no comparto con nadie más.