Esa noche, la noche de San Juan, lo cambió todo…
Yo no te conozco, tú no me conoces a mí, pero desde esa noche no te pienso igual, quizá desde esa noche, tú me pienses más.
En ese momento te conocí lo suficiente, pero tú desconoces lo que pasó. Por eso, como epifanía de una realidad imprecisa, te escribo con el ahínco de quien llega, permanece un instante, e inmediatamente se va.
Soy, por cuántos ignoran mi existencia, el coincidir de un andar cotidiano. Soy, por cuántos conocen mis letras, un enigma convertido en revuelo.
Desde siempre, o quizá desde que lo recuerdo, gozo de la desafiante posibilidad de soñar. Mientras que otros solo visualizan imágenes del deseo inconsciente, de la frustrante alternativa de poder ser en dimensiones íntimas y propias; al soñar yo me permito observar y sentir. Un ejercicio tan propio como excitante, es como si al dormir me permitiese experimentar los deseos que se callan, de vivir…
Ver la entrada original 599 palabras más